lundi 22 juillet 2013

Historia de fronteras

Tu alegría y tu calidez me cautivaron desde la primera vez que te recorrí. Me gustaste, comencé a amarte, y hubiera podido serguir haciéndolo, así inocentemente, si no me hubieses mostrado el lado perverso de tu rostro esa madrugada del viernes. 
Viajaba en bus desde Burdeos a Madrid. He hecho este trayecto por lo menos cinco o seis veces en los últimos años, y por ello, sé que en Irun, apenas atravesamos la frontera, hay un control policial donde verifican los papeles de todos los pasajeros, la mayoría de ellos africanos, rumanos o latinoamericanos como yo. El control no se hace si atraviesas la frontera en coche (uhmm, esto me recuerda otras historias). Resulta que con el lío de la maleta hecha a último momento, olvidé el pasaporte. No pasa nada, me dije, estaba tranquila, tenía el carnet de residencia francés y muchos documentos que podían corroborar mi identidad. Pero no, todo sucedió muy de prisa, sin posibilidad de diálogo y sintiendo cómo mis palabras se perdían en la noche, sin más, me encontré fuera del bus con mi equipaje al lado. Era la una de la mañana, tres muchachos africanos y yo veíamos que el vehículo volvía a ruta y se alejaba. Un minuto después, los cuatro nos encontrábamos en una pequeña habitación sin posibilidad de nada y despojados incluso de nuestros móviles. Primero, pensé que verificarían mis datos, que sus ordenadores les indicarían el error que habían cometido, que vendrían y me pedirían disculpas; pero no, cuando pude ver tras la ventanilla cómo funcionaba todo, me di cuenta que no, que no dependía de un sofisticado sistema de seguridad sino del malhumor de un hombre sin inteligencia que busca afirmar su poder, y seguramente darle un poco de sentido a su vida, agrediendo a los que no considera sus iguales: extranjeros extracomunitarios, una amenaza para la seguridad de su país.
A las tres de la mañana vinieron por mí los policías franceses. Resguardada, volví a cruzar la frontera, luego de lo cual, tuvieron la gentileza de anunciarme que quedaba "libre", que podía hacer lo que quisiera, salvo porque a esa hora no había ningún medio de transporte público que pudiese llevarme de vuelta a casa. En todo caso, empecé a recuperar mis derechos, el acceso a mi equipaje, que desde luego había sido inspeccionado, y por fín, la posibilidad de llamar por teléfono. Historia de fronteras, ¿no se supone que schengen es un espacio de libre circulación para todos los residentes de los países que lo intergran?, ¿no se supone que cuando te detienen pierdes la facultad de desplazarte, pero no otros derechos como el de la comunicación?, ¿no se supone que existe algo llamado sensatez? No, nada de esto es cierto, en las fronteras, para los extranjeros siempre es de noche y sole existen canallas. 
Pero también es cierto que ahora quiero más a mis amigos españoles que paceden desde dentro la prepotencia, que sienten rechazo e indignación frente a los actos perversos de su Estado. España, hubieras podido seguir siendo mi amor de verano...j'aurais pu t'aimer longtemps, longtemps...
http://www.youtube.com/watch?v=dQrJDBxHv1E



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