"¿A quién hacía yo mal? ¿No devoraba en silencio mi dolor? ¿No callaba? ¿No me ocultaba para llorar? ¿Por qué me han puesto aquí? […] No estoy loca. Hablaba sola, porque estoy escribiendo lo que hablo" Este es quizá mi párrafo preferido del Diario de una loca, libro al que he vuelto luego de algunos años y que invito a conocer.
Esta
es una historia que empieza en Bolivia termina en Brasil y está
escrita por un chileno: José Victorino Lastarria. Está basada en
personajes y hechos 'históricos' bolivianos presentados a través
del diario ficticio de Petra Arrea. Este personaje escribe su
historia mientras intenta una cura a su locura en un asilo
psiquiátrico de Río de Janeiro. El origen de su supuesta demencia
es un mal de amor: el fusilamiento del coronel Fructuoso de la Peña,
con quien tuvo un hijo, por órdenes de su autoritario hermano: José
Ballivián.
Con
el sugerente título de Diario de una loca,
Lastarria, uno de los escritores chilenos más importantes de la
segunda mitad del siglo XIX, publica este relato o novela corta en
1875 en París, en las páginas de El Americano (del
periodista argentino Héctor Varela), bajo el título de Antaño i
Ogaño. Años más tarde, en 1885, conocemos una nueva edición
que bajo la misma denominación comprende varios otros relatos. La
edición que conservo me la obsequió un buen amigo en Lima, es de
1908 y, fue preparada por la Sociedad Imprenta y Litografía Universo
de Valparaíso. En ella se incorpora un subtítulo: página de la
historia de Bolivia que se justifica por un prólogo en el que se
detalla el entramado histórico urdido detrás de la voz íntima y
confesional que guía el texto.
El
trágico suceso del fusilamiento ocurre bajo el gobierno de José
Ballivián (1841- 1847), hermano materno de Petra Arrea (hijos, ambos, de Isidora Segurola) quien se oponía a la relación de su hermana
mayor con Fructuoso de la Peña, sobrino del mariscal Andrés de
Santa Cruz. Ballivián fue conocido por ayudar al establecimiento y
fortalecimiento, en el poder, de la oligarquía boliviana y su
autoritarismo fue combatido sobre todo por Manuel Isidoro Belzú
(esposo de la escritora Juana Manuela Gorriti). Al parecer Lastarria
supo de estos acontecimientos gracias a su estadía como diplomático
en la misma ciudad donde Petra muere encerrada y, por lo tanto, su
texto podría interpretarse como una denuncia al régimen autoritario
de Ballivián que se deja sentir sobre el cuerpo y la psiquis de
Petra como de otros muchos ciudadanos.
En
su encierro, acompañan a Petra un médico, quien le aconseja escribir un diario como terapia, y una monja. Transcribo algunos
fragmentos del Diario que, creo, nos motiva a pensar en múltiples
problemáticas: la representación de la voz femenina, la relación
entre locura y poder, entre enfermedad y escritura, también en los
distintos proyectos civilizatorios que trazan las escrituras
decimonónicas, en los vínculos y la historia común de América del
Sur, y un largo etcétera:
«¿Por
qué no aislan también las ciudades? ¿No son todos locos? ¡Oh!
Sí; ¡en
el mundo también estás aislado! Será porque está habitado
por locos. ¿A quién hacía yo mal? ¿No devoraba en silencio mi
dolor? ¿No callaba? ¿No me ocultaba para llorar? ¿Por qué me han
puesto aquí? […] No estoy loca. Hablaba sola, porque estoy
escribiendo lo que hablo» (20)
«Los
cuerdos no lloran, ríen de todo. Para ser cuerdo, es necesario no
tener fuego en el alma. Eso que llaman gran mundo en la sociedad,
tiene un páramo en su cerebro, siempre helado, siempre yerto, jamás
ardiente. ¡Prefiero ser
loca!» (22)
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